Pautas familiares para pacientes con trastorno de la personalidad límite.

Por John G. Gunderson, MD y Cynthia Berkowitz, MD

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Metas: Ir despacio

Recuerda que el cambio es difícil de alcanzar y supone muchos miedos. Sé cuidadoso al sugerir que se ha alcanzado un “gran” progreso o al afirmarle “Tú puedes hacerlo”.  El progreso puede activar el temor a ser abandonado.

Las familias de las personas con Trastorno de la personalidad límite (TLP) pueden contar un sinnúmero de historias sobre momentos en los que su hijo o hija presentaron una crisis justo cuando empezaban a presentar un mejor funcionamiento o a asumir una mayor responsabilidad. El hecho de que se produzca una recaída cuando estaba dándose una mejoría resulta confuso y frustrante, pero tiene su lógica. Cuando las personas logran un progreso (ya sea trabajando, dejando el centro de día, ayudando en el hogar, disminuyendo las conductas   autodestructivas o viviendo solas) se vuelven cada vez más independientes. Al progresar, corren el riesgo de que las personas a su alrededor que les han apoyado, se han interesado por ellos o les han protegido, concluyan que ya no les necesitan. La ayuda emocional y financiera que recibían pronto empieza a disminuir, haciendo que la persona tenga que valerse por sí misma en el mundo. Por tanto, temen el abandono. Su respuesta al miedo es una recaída. Es posible que la recaída no sea una decisión consciente, pero el miedo y la ansiedad pueden hacer que empleen las antiguas estrategias de afrontamiento, las que usaban antes de mejorar. Faltar días al trabajo, autolesionarse, cometer intentos de suicidio, tener atracones de comida o purgas, o el consumo de alcohol, pueden ser una señal que permite a las personas que están alrededor saber que el individuo sigue teniendo dificultades y que necesita ayuda. Estas recaídas pueden llevar a quienes les rodean a hacerse responsables de ellos a través de medidas protectoras como la hospitalización. Una vez hospitalizada, la persona ha regresado a su estado más vulnerable, sin tener que asumir ninguna responsabilidad, mientras otros cuidan de ella.

Cuando aparecen las señales de progreso, los miembros de la familia pueden reducir el riesgo de recaídas evitando mostrar demasiada emoción por el progreso, y advirtiendo a la persona que debe tomarlo con calma. Es por eso que el personal formado de los hospitales, durante el proceso de alta, comenta a los pacientes con TLP que no es que no tengan confianza en sus progresos, es que saben que tendrán que hacer frente a numerosas dificultades más adelante. Es importante reconocer el progreso con una palmadita en la espalda, pero también es necesario transmitir la comprensión de que el progreso es muy difícil de lograr. Esto no significa que la persona haya superado sus dificultades emocionales. Para ayudar a tu familiar, puedes evitar comentarios como “Has logrado progresar mucho” o “Estoy muy impresionado con el cambio que has hecho”. Este tipo de mensajes implica que piensas que ellos están bien o que sus problemas anteriores se han resuelto. Incluso los comentarios que se realizan para tranquilizarles, como “Esto no ha sido tan difícil” o “Sabía que podías conseguirlo”, pueden sugerir que minimizas su lucha. Un mensaje como “Tu progreso muestra un verdadero esfuerzo. Has trabajado duro. Me complace el hecho de que lo hayas podido hacer, pero me preocupa que todo esto sea demasiado estresante para ti” puede ser más empático y menos arriesgado.

Disminuye tus expectativas. Establece metas realistas y alcanzables.

Resuelve los grandes problemas con pequeños pasos. Trabaja en una sola cosa a la vez. Las “grandes” metas a largo plazo conducen al desánimo y al fracaso.

La persona con TLP puede tener muchas fortalezas como la inteligencia, la ambición, la buena apariencia o el talento artístico. No obstante, se ve incapacitada por graves vulnerabilidades emocionales cuando se dispone a utilizar esos talentos. Es común que la persona con TLP y los miembros de su familia tengan aspiraciones basadas en esas fortalezas. El paciente o su familia pueden ejercer presión para que el paciente retome los estudios o para que encuentre trabajo. Los miembros de la familia pueden desear que el paciente viva en su propia casa y que cuide de sí mismo para ser más independiente. A raíz de estas ambiciones tan importantes, la persona con TLP puede dar un gran paso hacia delante. Por ejemplo, puede insistir en regresar a la universidad a tiempo completo, a pesar de haber estado hospitalizada recientemente. Por supuesto, estos ambiciosos planes no tienen en cuenta las dificultades del paciente en la regulación emocional, su pensamiento en blanco y negro, o su intolerancia a la soledad. En este ejemplo, la primera dificultad puede implicar que sacar una nota baja en el primer examen le lleve a expresar la ira de una manera inadecuada si cree que la nota es injusta, a realizar conductas autodestructivas si se considera un fracaso, o a tener una ansiedad grave si cree que el éxito académico disminuye la preocupación que sus padres sienten por ella. La cuestión primordial en el ámbito vocacional es la amenaza a la independencia, muy deseada pero llena de miedo al abandono. El resultado de un paso adelante, demasiado grande y de una sola vez, es a menudo un giro brusco en la dirección contraria, como el vaivén de un péndulo. La persona, a menudo, regresa a un estado de vulnerabilidad por el cual podría incluso necesitar ser hospitalizada.

Una de las principales funciones de las familias es tratar de disminuir la velocidad con la que el paciente trata de alcanzar sus metas. Al reducir la velocidad, se previenen los bruscos movimientos del péndulo descritos anteriormente, y puede que disminuyan las experiencias de fracaso que son un golpe para la autoconfianza del paciente. Al ajustar las expectativas y proponer metas pequeñas que puedan ser alcanzadas paso a paso, pacientes y familiares tienen mayores probabilidades de éxito sin sufrir recaídas. Las metas deben ser realistas. Por ejemplo, si una persona ha dejado la universidad en medio del cuatrimestre porque se deprimió por la presión e intentó suicidarse, es muy probable que no pueda volver a la universidad a tiempo completo unos meses más tarde y, además, esperar tener éxito. Una meta más realista para esta persona sería matricularse solamente de algunas asignaturas mientras se estabiliza. Las metas deben planificarse y alcanzarse en pequeños pasos. La persona con TLP que ha vivido siempre con sus padres, posiblemente, no sea capaz de mudarse a vivir sola directamente. El plan podría dividirse en pequeños pasos en los que primero se mude a un apartamento supervisado, o a un apartamento los fines de semana, luego cuatro días a la semana y finalmente, cuando haya logrado cierta estabilidad, dar el paso principal de vivir sin compañía toda la semana.

Los objetivos se han de dividir en pasos más pequeños, y hay que realizar un paso cada vez. Por ejemplo, si el paciente y la familia tienen como objetivos que acabe los estudios y que se independice, es más sensato trabajar primero para alcanzar un objetivo, y luego el otro.

Ambiente Familiar

Mantén un ambiente tranquilo y calmado en casa (El reconocimiento o el agradecimiento son normales, pero intenta reducirlos. El desacuerdo o la crítica son normales, pero modéralas también).

Esta guía es un recordatorio del mensaje central de nuestro programa educativo: La persona con TLP ha disminuido su capacidad para tolerar el estrés en las relaciones (es decir, el rechazo, la crítica, los desacuerdos) y puede, por tanto, beneficiarse de un ambiente tranquilo y calmado en el hogar. Es de vital importancia tener en cuenta el grado en que las personas con TLP luchan emocionalmente cada día. Dado que sus experiencias internas pueden ser difíciles de transmitir, vamos a intentar explicarlas resumiéndolas en tres déficits: la desregulación emocional, la intolerancia a la soledad, y el pensamiento en blanco y negro. Examinémoslas una a una:

    • Desregulación emocional:
      Una persona con TLP tiene sentimientos que fluctúan dramáticamente y son particularmente intensos a lo largo de cada día. Estas emociones a menudo les afectan mucho. Todos hemos experimentado sentimientos intensos alguna vez. Tomemos por ejemplo la sensación de palpitaciones y miedo que se puede sentir cuando, de repente, te das cuenta de que has cometido un error en el trabajo que puede tener un gran coste económico para tu negocio. La persona con TLP experimenta una emoción tan intensa como la de este ejemplo con regularidad. La mayoría de las personas pueden aliviar esa emoción diciéndose a sí mismas que van a encontrar una manera de solucionar ese error, o recordándose que es humano cometer errores. La persona con TLP carece de esa capacidad para autocalmarse. También es posible poner como ejemplo un conflicto familiar. Todos hemos tenido momentos en los que sentimos ira hacia las personas que queremos. Por lo general, en este tipo de situaciones conseguimos calmarnos pensando en que vamos a hablar con esa persona para solucionar las cosas, o bien decidiendo que vamos a dejarlo pasar. La persona con TLP otra vez siente esa rabia en toda su intensidad, y no es capaz de calmarse con las estrategias de afrontamiento que usamos la mayoría de las personas. Esto lleva a una expresión inapropiada de la ira, o a conductas impulsivas y autolesivas (como beber o cortarse) para disminuir el malestar que sienten.

 

    • Intolerancia a la soledad:
      Una persona con TLP suele experimentar desesperación ante la posibilidad de la separación de un miembro de la familia, de las vacaciones de su terapeuta, de una ruptura sentimental, o de la separación de un amigo. Mientras que la mayoría de nosotros probablemente echaríamos de menos al miembro de la familia ausente, al terapeuta o al amigo, la persona con TLP suele sentir un pánico intenso ante esas ausencias. Son incapaces de evocar imágenes de la persona ausente para calmarse. No pueden decirse a ellos mismos: «Esa persona realmente se preocupa por mí y volverá de nuevo para ayudarme”. Su memoria les falla. Sólo se sienten aliviadas y cuidadas por la otra persona cuando está presente. Por lo tanto, experimentan su ausencia como un abandono. Estos pensamientos y sentimientos de soledad tan dolorosos, pueden estar mantenidos por un mecanismo de defensa llamado disociación, que consiste en una sensación extraña e inquietante de irrealidad, o de estar separado del cuerpo.

 

    • Pensamiento en Blanco y Negro (Pensamiento dicotómico):
      Así como sus emociones fluctúan de un extremo a otro, sus pensamientos también. La persona con TLP tiende a tener opiniones extremas. Percibe a las demás personas como totalmente buenas o totalmente malas. Cuando la otra persona le cuida y le apoya, la considera como un salvador, alguien dotado de cualidades especiales. Cuando la otra persona le falla, está en desacuerdo, o le desaprueba de alguna manera, la percibe como mala o indiferente. La dificultad radica en la incapacidad de ver a otras personas de una manera realista, con una mezcla de buenas y malas cualidades.Este repaso de las dificultades que tienen las personas con TLP es un recordatorio de que su capacidad para tolerar el estrés está dañada o disminuida de forma significativa. Por lo tanto, los miembros de la familia pueden ayudarles a lograr estabilidad mediante la creación de un ambiente tranquilo y calmado en casa. Esto implica ir lentamente, paso a paso, tratar de mantener la calma y respirar profundamente, cuando surgen las crisis, en lugar de reaccionar de forma intensa y emocional. Esto significa establecer metas más pequeñas para disminuir la presión que la persona con TLP está experimentando. También significa que hay que intentar comunicarse cuando se está tranquilo, y que hay que hacerlo de manera calmada. Pero no implica que no se puedan expresar las decepciones o los desacuerdos profundos para evitar las discusiones. Lo que significa todo esto es que el conflicto se debe abordar de una manera calmada y directa, pero sin utilizar humillaciones o reproches. Las recomendaciones siguientes ofrecen métodos para ayudar a comunicarse de esta manera.

Mantén las rutinas familiares tanto como sea posible. Mantén el contacto con familiares y amigos. La vida no son solo problemas, disfruta de los buenos momentos.

A menudo, cuando un miembro de la familia tiene un trastorno mental grave, toda la familia puede llegar a aislarse como consecuencia de ello. La gestión de los problemas puede absorber mucho tiempo y energía. A menudo, la gente se mantiene alejada de sus amigos para ocultar un problema que percibe como estigmatizante y vergonzoso. Este aislamiento trae consigo tensiones y sentimientos de rabia. Todo el mundo necesita amigos, salir de fiesta e irse de vacaciones para relajarse y descansar. Cuando se dedica tiempo y esfuerzo a disfrutar de buenos momentos, las personas se calman y pueden abordar los problemas cotidianos desde una mejor perspectiva. El ambiente en el hogar será, por tanto, más tranquilo. Así que es importante disfrutar de buenos ratos, por la persona misma y por el bienestar de toda la familia.

Encuentra tiempo para dialogar. Conversar sobre temas ligeros o neutros puede ser útil. Si crees que es necesario, programa algunos momentos dedicados a conversar.

Con demasiada frecuencia, cuando los miembros de la familia están en conflicto entre sí o se sienten agobiados por la gestión de problemas emocionales graves, se olvidan de dedicar tiempo a hablar de otros asuntos que no sean la enfermedad. Sin embargo, hablar de otras cosas distintas a la enfermedad es valioso por muchas razones. La persona con TLP a menudo dedica todo su tiempo y energía a su enfermedad acudiendo a las terapias individuales semanales, a los grupos de habilidades, a los hospitales o centros de día, etc. El resultado es que se pierde la oportunidad de explorar y aprovechar la variedad de talentos e intereses que tiene. Su identidad personal suele ser débil, y puede debilitarse aún más si la persona se centra únicamente en los problemas que tiene y en prestar atención a su enfermedad. Cuando los miembros de la familia dedican tiempo a hablar de asuntos no relacionados con la enfermedad, alientan y reconocen los aspectos más saludables de su identidad, y fomentan el desarrollo de nuevos intereses. Estas conversaciones también alivian la tensión entre los miembros de la familia al introducir algo de humor y distracción. Además, conversar ayuda a cumplir el punto nº3 de la guía (“Mantén un ambiente tranquilo y calmado”).

Algunas familias tienen dificultades y nunca se comunican de esta manera y, al principio, hacerlo puede parecerles incómodo y antinatural. Puede haber cientos de razones por las que no hay oportunidad para este tipo de comunicación. Sin embargo, las familias tienen que encontrar tiempo para hablar. El momento se puede programar con antelación, y se puede colocar un recordatorio en la puerta de la nevera. Por ejemplo, todos pueden estar de acuerdo en cenar juntos un par de veces a la semana con el compromiso de no discutir ni hablar sobre los problemas durante la cena. Con el tiempo, encontrar momentos para conversar se convertirá en un hábito y no será necesario programarlos.

Gestión de las Crisis (presta atención, pero mantén la calma)

Evita ponerte a la defensiva frente a acusaciones y críticas. Por muy injusto que sea, di poco y no pelees. Permítete sentirte herido. Admite lo que sea cierto de las críticas.

Cuando las personas que se quieren se enfadan entre sí, pueden proferir fuertes insultos en un ataque de rabia. Esto es especialmente aplicable a las personas con TLP porque tienden a sentir una ira muy intensa. La respuesta natural a las críticas injustas es defenderse. Pero, como todos sabemos, defenderse en este tipo de situaciones no funciona. Una persona enfadada no es capaz de pensar de manera racional. Los intentos por defenderse sólo alimentarán el fuego. Esencialmente, una actitud defensiva sugiere a la otra persona que crees que su enfado no está justificado, y hará que sienta más rabia. Teniendo en cuenta que una persona que está expresando ira verbalmente no supone una amenaza de daño físico, ni para ella ni para los demás, lo más sensato es simplemente escuchar y no discutir.

Lo que más desea esa persona es ser escuchada. Por supuesto, escuchar sin defenderse implica salir herido, porque es muy doloroso reconocer que alguien a quien quieres puede sentir que le estés haciendo daño. A veces, las acusaciones duelen porque parecen ser falsas e injustas. Otras veces, pueden doler porque contienen algún elemento que es verdad. Si crees que hay algo de verdad en lo que estás escuchando, admítelo con una frase como «Creo que es verdad. Veo que te he hecho daño y lo siento.»

Recuerda que, para las personas con TLP, la ira es parte del problema. Puede ser que haya nacido con una naturaleza muy agresiva. La ira puede representar una parte de sus sentimientos que pueden cambiar rápidamente (ver la sección sobre el “pensamiento en blanco y negro”). Si quieres evitar tomarte su enfado como algo personal, tener en cuenta estos puntos te puede resultar de ayuda.

Los actos autodestructivos y las amenazas requieren atención. No los ignores.  No entres en pánico.  Es bueno saber las cosas y compartirlas.  No lo guardes en secreto, habla de ello abiertamente con tu familiar y   asegúrate de que los profesionales que lo atienden sepan lo que está pasando.

La persona con TLP y los miembros de su familia pueden anticipar que se aproximan problemas de muchas maneras.  Las amenazas y los indicios de autodestrucción pueden incluir una variedad de comportamientos desafiantes. La persona puede hablar de querer suicidarse y puede llegar a aislarse, o a cortarse superficialmente. Algunos padres, por ejemplo, se han dado cuenta de que sus hijas se rapan la cabeza o se tintan el pelo de colores chillones cuando se sienten muy angustiadas. Aunque es más común observar que comen menos o que llevan a cabo conductas de riesgo. A veces, la evidencia es clara, por ejemplo, un comportamiento suicida llevado a cabo en presencia de los padres. También los problemas pueden anticiparse cuando ocurren separaciones o se acercan las vacaciones.

Cuando las familias ven los signos de peligro pueden ser reacios a abordar el asunto. Muchas veces la persona con TLP insistirá en que su familia «no se meta». Puede apelar a su derecho a la privacidad. Otras veces, los miembros de la familia tienen miedo de discutir directamente sobre un problema, ya que esta discusión puede ser difícil. Pueden tener miedo de causar un problema que no existía, «metiéndole ideas en la cabeza». De hecho, las familias temen por la seguridad de sus hijos en estas situaciones ya que los conocen bien, y conocen los signos de advertencia por experiencias previas. Es importante saber que los problemas no surgen simplemente por preguntar. Al abordar los comportamientos provocativos y los factores desencadenantes con anticipación, los miembros de la familia pueden ayudar a evitar más problemas. Las personas con TLP a menudo tienen dificultad para hablar de sus sentimientos y, por ello, tienden a actuar de manera destructiva. Por lo tanto, abordar un problema abiertamente con ellos, o hablar con su terapeuta, puede ayudarles a lidiar con sus sentimientos usando palabras en lugar de acciones.

La privacidad es, por supuesto, una gran preocupación cuando se está tratando con un adulto. Sin embargo, en estas situaciones de peligro inminente la seguridad es lo primero. Al tomar decisiones difíciles sobre si se debe llamar al terapeuta o al servicio de urgencias, uno debe sopesar la preocupación por la seguridad, frente a la preocupación por la privacidad. La mayoría de las personas estarían de acuerdo en que la seguridad es lo primero. Puede existir la tentación de no reaccionar para proteger la privacidad del individuo. Al mismo tiempo, puede existir la tentación de reaccionar de manera exagerada para justificar su necesidad de actuar. Una joven con TLP le expresó muy emocionada a su madre, dentro de una ambulancia camino del hospital psiquiátrico: “¡Jamás había paseado en una ambulancia hasta ahora!”. Las familias deben emitir su propio juicio para su situación particular. Los terapeutas pueden ser útiles para anticipar las crisis y establecer planes que se ajusten a las necesidades de cada familia.

Escucha.  Las personas necesitan que sus sentimientos negativos sean escuchados. No digas: “Eso no es para tanto”. No intentes que los sentimientos desaparezcan. Utilizar palabras para expresar miedo, soledad, incomodidad, ira o necesidades es bueno. Es mejor utilizar palabras que permitir que los sentimientos controlen las conductas.

Puede que sea doloroso escuchar algunos sentimientos cuando se expresan abiertamente. Una hija puede decir a sus padres que se siente abandonada y que siente que no la quieren. Un padre puede decirle a su hijo que lo tiene al borde del abismo de la frustración. La mejor manera de ayudar a una persona a calmarse es escucharla. Las personas aprecian que se les escuche y que se tomen en consideración sus sentimientos. Esto no significa que tengas que estar de acuerdo con lo que expresa tu familiar. Revisemos algunas maneras de escuchar. Una manera es permanecer en silencio mientras te hablan, mostrando interés y preocupación. Para demostrar tu interés puedes hacer preguntas. Por ejemplo: “¿Hace cuánto tiempo que te sientes así?” o “¿Te ha pasado algo que te haga sentir de esa manera?”. Si te fijas, este tipo de preguntas demuestran interés, sin embargo, no implican que estés de acuerdo. Otra manera de escuchar es asegurarte de que entendiste lo que tu familiar intentaba expresar. Por ejemplo, si tu hija te dice que siente que no la quieres, aunque puedas pensar que es ridículo, puedes decirle “¿Sientes que no te quiero?”. Cuando un hijo trata de decirle a sus padres que ha sentido que le han tratado injustamente, la respuesta de ambos podría ser “Te sientes defraudado o engañado, ¿no?” Nuevamente, el comentario expresa empatía, no que se esté de acuerdo.

No presiones a tu familiar para que hable sobre sus sentimientos. Como se mencionó anteriormente, hablar acerca de sentimientos puede resultar frustrante para la persona que quiere ser escuchada. Recuerda que, aunque te resulte difícil reconocer los sentimientos que crees que no están justificados, vale la pena recompensar la expresión de los mismos. Verbalizar los sentimientos y expresarlos con palabras es bueno para las personas, especialmente para las personas con TLP, independientemente de si están basados en la realidad o no. Si las personas se sienten recompensadas al expresar sus sentimientos con palabras, serán menos propensas a que sus emociones controlen sus actos y a que realicen comportamientos destructivos.

Es necesario escuchar los sentimientos de soledad, de ser diferente e inadecuado. Escuchar a tu familiar y dar muestras de que lo has escuchado, utilizando los métodos descritos anteriormente, puede ayudar a que se sienta menos solo y aislado. Estos sentimientos son una experiencia común y cotidiana para las personas con TLP. En muchas ocasiones, sus padres no saben ni quieren creer que sus hijos se sientan de esta manera. Los sentimientos se vuelven menos dolorosos cuando son compartidos con alguien.

Los miembros de la familia pueden apresurarse y tratar de convencer a su familiar de que deje de tener esos sentimientos, discutiendo y negando los mismos. Esas discusiones son frustrantes y decepcionantes para la persona que intenta expresar un sentimiento. Si se niegan los sentimientos al expresarlos verbalmente, quizás la persona actúe conforme a ellos para poder hacer llegar su mensaje.

Afrontando los Problemas (colabora y sé consistente)

Cuando estés buscando soluciones para los problemas de tu familiar, SIEMPRE: Involucra a tu familiar en la identificación de lo que hay que hacer; Pregúntale si puede «hacer» lo que se necesita en la solución; Pregúntale si quiere que le ayudes a «hacer» lo que se necesita.

Los problemas se abordan mejor cuando hay una comunicación abierta en la familia. Todo el mundo tiene que formar parte de la discusión. Las personas son más propensas a colaborar cuando se les pide su participación y se respetan sus opiniones acerca de la solución.

Es importante preguntar a cada miembro de la familia si se siente capaz de llevar a cabo las medidas requeridas para la solución prevista. Al preguntar, estás reconociendo lo difícil que la tarea puede ser para la otra persona, y la dificultad de cambiar.

Es posible que sientas un fuerte deseo de intervenir y ayudar a otro miembro de la familia. Tu ayuda puede ser apreciada o, al contrario, puede ser percibida como una invasión no deseada. Al preguntar a tu familiar si quiere ayuda antes de intervenir, es menos probable que se ofenda.

Los familiares tienen que actuar de manera coordinada. Las inconsistencias de los padres alimentan conflictos graves en la familia. Desarrolla estrategias a las que todos puedan adherirse.

Los miembros de la familia pueden tener puntos de vista muy diferentes sobre cómo gestionar cualquier problema de conducta que tenga su familiar con TLP. Si cada uno actúa según su propio punto de vista, anulan el efecto de los esfuerzos de los otros. El resultado habitual es un aumento de la tensión y el resentimiento entre los miembros de la familia, así como una falta de progreso en la superación del problema.

Veamos un ejemplo. Una hija llama con frecuencia a casa pidiendo ayuda económica para salir del apuro. Tiene una gran deuda con las tarjetas de crédito. Quiere ropa nueva. Ha sido incapaz de ahorrar suficiente dinero para pagar el alquiler. A pesar de su deseo constante de ahorrar dinero, no es capaz de asumir la responsabilidad financiera de mantener un trabajo o vivir según un presupuesto. Su padre es firme y se niega a proporcionarle dinero, y en cada petición le sigue insistiendo en que se responsabilice de solucionar su problema por ella misma. La madre, por el contrario, se ablanda fácilmente con cada solicitud y le acaba dando el dinero que quiere. Siente que ofrecerle ayuda financiera extra es una forma de aliviar el estrés emocional de su hija. El padre entonces se enfada porque la madre arruina sus esfuerzos de establecer un límite, mientras que la madre piensa que el padre es excesivamente severo y lo culpa por las crisis de su hija. El comportamiento de la hija persiste, por supuesto, porque no existe un plan coherente que ambos padres puedan cumplir para hacer frente a su problema.

Con un poco de comunicación, pueden llegar al acuerdo de ayudar a su hija con una cantidad de dinero que no sea percibida como excesiva por el padre, y que permita a la madre sentir que no están siendo demasiado severos. Cuando ambos padres se adhieran a la solución, la hija tendrá que hacerlo también.

Los hermanos también pueden involucrarse en estos conflictos familiares e interferir con los esfuerzos mutuos de la familia en la gestión de problemas. En estas situaciones, los miembros de la familia necesitan comunicar abiertamente sus diferentes puntos de vista sobre un problema, escuchar la perspectiva del otro, y luego desarrollar un plan al que todos puedan adherirse.

Si tienes alguna preocupación sobre los medicamentos o las intervenciones del terapeuta, asegúrate de que tanto tu familiar como su terapeuta, médico o equipo de tratamiento lo sepan. Si tú tienes la responsabilidad financiera, tienes el derecho de compartir tus preocupaciones con el terapeuta o el médico.

Las familias pueden estar preocupadas por la medicación que toma su ser querido. Puede que se pregunten si el psiquiatra es consciente de los efectos secundarios que el paciente está experimentando. ¿El psiquiatra puede ver cómo de sedado le deja la medicación, o cuánto peso ha ganado? Asimismo, los familiares y amigos pueden preguntarse si el médico o terapeuta conoce el grado de incumplimiento o los antecedentes de abuso de sustancias por parte del paciente.

Cuando los miembros de la familia tienen esas preocupaciones, a menudo, sienten que no deben interferir, o el paciente les dice que no interfieran. Creemos que, si los miembros de la familia desempeñan un papel de apoyo importante en la vida del paciente, proporcionando apoyo financiero, apoyo emocional o compartiendo su casa, pueden desempeñar ese papel poniéndose en contacto directamente con el médico o el terapeuta para expresar sus preocupaciones. Los terapeutas no pueden divulgar información sobre los pacientes mayores de 18 años sin consentimiento, pero pueden escuchar y aprender de los testimonios de los familiares y amigos cercanos del paciente. A veces trabajarán con familiares o amigos, pero siempre con el consentimiento del paciente.

Estableciendo Límites (sé directo pero cuidadoso)

Establece límites manifestando lo que estás dispuesto a tolerar. Deja que tus expectativas se entiendan, usando un lenguaje claro y simple. Todos necesitan saber lo que se espera de ellos.

Las expectativas se deben exponer de manera clara. En muchas ocasiones, las personas asumen que los miembros de su familia deben conocer sus expectativas automáticamente sin necesidad de comunicarlas. A menudo, es útil dejar de hacer esas suposiciones.

La mejor forma de expresar una expectativa es evitar incluir cualquier tipo de amenaza. Por ejemplo, uno podría decir “yo quiero que te duches al menos cada dos días.” Cuando se expresa de esa forma, la responsabilidad recae en la otra persona para que cumpla con la expectativa. Frecuentemente, en estas situaciones los miembros de la familia se ven tentados a hacer cumplir la expectativa añadiendo alguna amenaza.

Si se sienten muy tentados podrían decir “si no te duchas al menos cada dos días, tendrás que irte de casa”. El primer problema con esta frase es que la persona que la dice está asumiendo la responsabilidad de la misma. Está diciendo que “yo” llevaré a cabo una acción si “tú” no cumples con tu responsabilidad, en vez de dar el mensaje de “¡Tú tienes que asumir la responsabilidad (de ducharte)!”. El segundo problema con esa frase es que la persona que la dice puede que no tenga la intención de llevar a cabo la amenaza. La amenaza se convierte entonces en una expresión de hostilidad vacía y sin efecto. Por supuesto, puede llegar un punto en el que los miembros de la familia sientan la necesidad de dar un ultimátum con la intención de llevarlo a cabo. Hablaremos de ello más adelante.

No sobreprotejas a los miembros de la familia de las consecuencias naturales de sus actos. Permíteles aprender a conocer cómo es la realidad. En ocasiones, es necesario darse varias veces contra la pared.

Las personas con TLP pueden involucrarse en conductas peligrosas, dañinas y costosas. La carga emocional y financiera para el individuo y la familia puede ser enorme. Sin embargo, los miembros de la familia en ocasiones pueden hacer grandes esfuerzos para complacer los deseos de la persona, deshacer los daños causados, o proteger a la familia de pasar vergüenza. Los resultados de estas medidas protectoras son complejos. En primer lugar, es probable que la conducta problemática continúe debido a que no ha tenido ninguna consecuencia negativa, o a que incluso haya tenido algún tipo de recompensa. En segundo lugar, los miembros de la familia pueden sentirse enfadados debido a que les molesta haber sacrificado su integridad, su dinero o sus buenas intenciones en sus esfuerzos por ser protectores. En este caso, la tensión en el hogar aumenta a pesar de que la intención de dichas medidas protectoras era prevenir la tensión. Mientras tanto, el enfado puede ser gratificante para la persona con TLP, debido a que la convierte en el foco de atención, aun cuando la atención sea por algo negativo. En tercer lugar, la persona puede comenzar a mostrar estas conductas fuera de la familia y tendrá que enfrentarse a mayores daños y pérdidas en el mundo real de las que pudo haber tenido que enfrentar en el entorno familiar. Por consiguiente, los intentos de proteger a la persona la dejan desprovista de preparación para enfrentarse al mundo real. Veamos algunos ejemplos para ilustrar este punto.

Una hija se mete un puñado de pastillas en la boca en presencia de su madre. La madre mete la mano en la boca de la hija para sacarlas. Es razonable prevenir el daño físico de esta manera. Entonces, la madre considera llamar a una ambulancia porque puede ver que su hija en ese momento está realizando una conducta suicida y está en riesgo de hacerse daño a sí misma. Sin embargo, esta opción podría tener muchas consecuencias negativas. La hija y la familia se enfrentarían a la vergüenza de tener una ambulancia delante de su casa. Una madre en esta situación puede estar muy tentada de no llamar la ambulancia para evitar la ira de la hija y preservar la imagen de la familia en el vecindario. Podría racionalizar la decisión convenciéndose a sí misma de que la hija no está, de hecho, en peligro inmediato. El problema principal de esa decisión es que impide que la hija obtenga la ayuda que tanto necesita en un momento en el que ha realizado una conducta suicida, y en el que aún podría llevar a cabo otra. La madre estaría ayudando a la hija a negar el problema. Se necesita experiencia médica para determinar si la hija está en riesgo de hacerse daño a sí misma. Si el gesto dramático de la hija no ha recibido suficiente atención, es probable que se intensifique. A medida que se intensifica, puede llevar a cabo conductas aún más dramáticas y causarse un daño físico mayor. Además, si no se llamara a una ambulancia por miedo a su reacción, recibiría el mensaje de que puede controlar a los demás amenazando con enfadarse

Una mujer de 25 años roba dinero a su familia, con la que convive. Sus familiares le han dicho que están muy enfadados con ella y en ocasiones la han amenazado con echarla de la casa, pero nunca han emprendido una acción real. Cuando pide dinero prestado, se lo dan, aunque saben que nunca lo devuelve. Temen que, si no le prestan el dinero, ella pueda robárselo a alguien ajeno a la familia, lo que causaría problemas legales y humillación para todos los involucrados. En este caso, la familia ha enseñado a la hija que puede salirse con la suya y robar. Ella, básicamente, los ha chantajeado. Ellos le dan lo que quiere porque viven con miedo. Es muy probable que el comportamiento de la hija persista mientras no se le pongan límites. La familia podría dejar de protegerla insistiendo en que se mude o dejando de concederle préstamos. Si ella le roba a alguien fuera de la familia y se enfrenta a consecuencias legales, puede que aprenda una lección sobre cómo es la realidad. Las consecuencias legales pueden influir en ella para que cambie y funcione mejor fuera de la familia.

Una mujer de 20 años que ha tenido múltiples hospitalizaciones psiquiátricas, recientemente, y no ha podido mantener ningún trabajo, decide que quiere volver a estudiar en la universidad a tiempo completo. Pide ayuda a ambos padres para pagar la matrícula. Sus padres la han visto pasar la mayor parte del día en la cama y dudan de que su hija pueda estar en la universidad un cuatrimestre completo, y menos que apruebe el curso. El pago de la matrícula representa un sacrificio financiero muy grande para ellos. No obstante, aceptan ayudarla porque se niegan a creer que su hija es tan disfuncional como parece, y además saben que su hija se enfadaría mucho si no la ayudaran. Ellos le han dado un mensaje peligroso: “Tú puedes hacerlo.” Además, le han demostrado que sus expresiones de ira pueden controlar sus decisiones. Un plan más realista sería que su hija se matriculara en una asignatura cada vez para que demuestre que puede hacerlo. Una vez haya demostrado que es capaz de mantener su compromiso, podrá volver a estudiar a tiempo completo a pesar de sus problemas emocionales. Con este planteamiento, ella está enfrentándose a las consecuencias naturales de su bajo funcionamiento. Además, le piden que asuma una responsabilidad para así obtener el privilegio que desea.

Cada uno de estos casos muestra el peligro de ser protector cuando un ser querido está tomando decisiones imprudentes o llevando a cabo conductas peligrosas. La familia puede motivar a la persona a adquirir una mayor responsabilidad y a establecer sus propios límites, estableciendo ellos los límites sobre las decisiones y las conductas que realiza. La decisión de establecer límites es usualmente la más difícil de tomar para la familia. Incluye ver al ser querido luchando con la frustración y el enfado. Es importante recordar a los padres que su rol no es evitar que sus hijos tengan estos sentimientos, sino enseñarles a vivir con ellos al igual que lo hacen todas las personas.

No toleres los comportamientos abusivos como las rabietas, las amenazas o la violencia física.  Retírate y regresa más tarde para a discutir el asunto.

Las rabietas no son tolerables. Hay varias maneras de ponerles límites. Una posibilidad suave sería salir de la habitación para evitar recompensar la rabieta prestándole atención. Una forma más agresiva sería llamar a una ambulancia. Muchas familias temen dar este paso porque no quieren tener una ambulancia frente a sus casas, o no quieren aumentar el enfado de la persona que tiene la rabieta.

Cuando uno se enfrenta a estos sentimientos, debe considerar el problema opuesto. La seguridad es el primer aspecto a considerar cuando una persona es violenta y está fuera de control. La mayor parte de las personas estaría de acuerdo en que la seguridad es más importante que la privacidad. Además, si evitamos que reciban la atención médica necesaria para las conductas que están fuera de control, es como hacer oídos sordos. Esto sólo lleva a que empeore la situación, a que haya una escalada del comportamiento. Las rabietas son gritos de ayuda. Si el grito de ayuda no se toma en serio, se vuelve más fuerte.

Ten cuidado al usar amenazas y plantear un ultimátum. Son el último recurso. No uses amenazas ni un ultimátum para convencer a otros de que cambien. Úsalos solo cuando puedas y quieras llevarlos a cabo. Deja que otros, incluyendo a profesionales, te ayuden a decidir cuándo hacerlo.

Cuando un miembro de la familia no puede tolerar más el comportamiento de otro familiar, éste puede haber llegado al punto de dar un ultimátum. Esto significa amenazar con tomar medidas si la otra persona no coopera. Por ejemplo, cuando una hija no quiere bañarse o salir de la cama en todo el día, un padre desesperado puede querer decirle que tendrá que mudarse si no cambia su comportamiento. El padre espera que el miedo la impulse a cambiar. De igual forma, no significa que llevará a cabo la amenaza. Cuando la hija continúe sin cooperar, éste podría retirar la amenaza, demostrando que no era real. Cuando el ultimátum se utiliza de esta forma, se vuelve inútil y produce hostilidad. Por lo tanto, las personas sólo deben dar un ultimátum cuando tienen la intención de llevarlo a cabo. Para estar seguro de que el ultimátum se va a cumplir, la persona que lo da probablemente deba haber llegado al punto en el que se sienta incapaz de vivir con el comportamiento de la otra persona.